La “democracia” es la forma de gobierno que hemos elegido los mexicanos
o al menos es el ideal que se encuentra plasmado en la Constitución Política de
los Estados Unidos Mexicanos, el gran acuerdo que desde 1917 permitió consagrar
derechos fundamentales de la persona humana.
En términos generales se prohibió la esclavitud, se garantizaron además
libertades como la libertad de trabajo, de imprenta, de creencias y se
estableció el régimen republicano así como la triplicidad de funciones del
poder.
Algunos clásicos de la ciencia política definen la democracia como un
sistema que permite organizar un conjunto de individuos, en la cual el poder no
radica en una persona sino que es distribuida entre todos los ciudadanos,
tomando las decisiones según la opinión de la mayoría.
Aristóteles señalaba que en la democracia el ciudadano no está obligado
a obedecer a cualquiera; pero si obedece, es a condición de mandar él a su vez,
y he aquí cómo en este sistema se concilia la libertad con la igualdad. Por lo
que la democracia no se entiende sin ciudadanía.
Podemos decir de acuerdo a la ciencia política que la ciudadanía es la
condición de pertenencia y participación en la organización de un Estado en
donde se integran los miembros de la sociedad. Así para que exista una buena
democracia tiene que existir una buena ciudadanía.
La gran interrogante a la sociedad es ¿hay ciudadanía?, ¿realmente los
mexicanos participamos y nos involucramos en la vida política de este país?, o
¿sólo hacemos señalamientos cuándo hay un tema en la agenda?
Para cambiar a este país tenemos que iniciar por los ciudadanos.
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